Todos los que creen en Jesucristo y en su obra en la cruz son perdonados y aceptados como hijos de Dios.
1 Juan 4.7-10
El cristianismo es único entre las religiones del mundo; todas las demás exigen ciertas conductas para que las personas lleguen a ser aceptadas por su dios. Por tanto, deben hacer un trabajo intenso, ser objeto de la autonegación, o cumplir con ciertos ritos específicos. Pero ninguno de nosotros puede ganarse un lugar en el cielo, porque nunca podremos alcanzar el estándar del Señor de perfección y santidad.
Dios ha provisto una forma de salvación diferente. En su sabiduría, llegó hasta nosotros al enviar a su Hijo. Jesucristo vino para vivir una vida perfecta, morir en la cruz y pagar el castigo que merecía nuestro pecado. ¿Por qué decidió Dios salvarnos? La razón no era que la mereciéramos, sino por su gran amor y misericordia. En vez de castigarnos por nuestro pecado, Dios derramó su ira sobre su Hijo, con lo que satisfizo la justicia divina. Ahora, todos los que creen en Jesucristo y en su obra en la cruz son perdonados y aceptados como hijos de Dios. Convertirse en cristiano no requiere esforzarse o suplicar la aceptación del Padre celestial. Nuestra salvación viene por medio del arrepentimiento del pecado y de la fe en Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, quien fue a la cruz para morir en nuestro lugar, pagando así por completo nuestra deuda por el pecado.
¿Qué cree usted en cuanto a Jesucristo? Elegir poner su fe en Él es la decisión más importante que se puede tomar en la vida. Después de que nuestra existencia llegue a su fin, todos tendremos que rendir cuentas a Dios por nuestra vida (vea Romanos 14.12). No habrá condenación para quienes hayan recibido al Salvador; pero el resultado para cualquiera que le haya rechazado, será la separación de Dios por la eternidad.
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