Debemos tratar a los demás como queremos ser tratados.
Mateo 22.36-40
La mayoría de nosotros conoce la Regla de oro desde la niñez: debemos tratar a los demás como queremos ser tratados. Para los niños, esta regla parece tener sentido. Es lógico compartir si ellos quieren que los demás compartan con ellos; y evitar golpear a otros, porque a ellos no les gustaría ser después las víctimas.
Pero, a medida que la vida sigue y que las relaciones se vuelven más complicadas, esta sencilla norma ética no parece concordar con nuestras circunstancias. Por ejemplo, imagínese usted que su socio le engañó. ¿Cómo puede tratarlo con respeto después de haberse aprovechado de usted? ¿Una actitud perdonadora no le abriría la puerta para que vuelva a hacerlo? Sin embargo, el mandamiento de Dios se aplica a esta situación.
La obediencia puede ser difícil, porque cuando somos heridos o tratados injustamente, nuestro instinto es vengarnos. De un momento para otro, comenzamos a hablar a espaldas de una persona, o a demostrarle un desprecio sutil. A la naturaleza humana le gusta la venganza por el mal recibido. En realidad, no somos capaces de hacer otra cosa si depende solo de nosotros.
Felizmente, como creyentes tenemos al Espíritu Santo en nosotros que nos da el poder de perdonar. Por eso, aunque nuestra capacidad no es suficiente para dar una respuesta que agrade a Dios, por medio del Espíritu tenemos la opción de obedecer.
“El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Ga 5.22, 23). ¿Son evidentes tales características en usted? Pídale a Dios el poder sobrenatural para responder de la manera correcta.
Devocional original de Ministerios En Contacto