Dios ve nuestras decisiones y acciones guiadas por el Espíritu como dignas de recompensa.
1 Corintios 3.5-15
Las Sagradas Escrituras son muy claras acerca del hecho de que a los creyentes que obedecen y dan gloria a Dios les esperan beneficios maravillosos. En el Salmo 19, David escribió que hay una gran recompensa en guardar los preceptos del Señor (Salmo 19.11). Es más, la promesa de los dones celestiales viene directamente de la boca de Jesucristo en el Sermón del monte. (Véase Mateo 5.12). Lea el pasaje de hoy, y observe la afirmación del apóstol Pablo de que él y Apolos recibirían recompensas por su servicio a los corintios (1 Corintios 3.8). Dios no ofrece premios grupales ni reserva tesoros solo para aquellos que trabajan en el ministerio. Todos somos ministros del evangelio, cuyas buenas obras almacenan tesoros en el cielo. Dios ve nuestras decisiones y acciones guiadas por el Espíritu como dignas de recompensa. Es posible que usted no se sienta importante o esencial en este mundo inmenso, pero todas sus acciones y palabras son importantes para Dios.
Lo que motiva nuestras acciones también es importante; a veces las buenas obras se realizan por razones equivocadas. Por ejemplo, Cristo reveló que algunos líderes religiosos estaban ayunando para llamar la atención, no para agradar a Dios (Mt 6.16). Cuando una persona busca agradar a los hombres, la adulación de ellos es la única recompensa. Aunque esto puede hacernos sentir bien por un tiempo, la adulación no es eterna. Algún día todos derramaremos lágrimas por los actos de justicia que descuidamos o por el trabajo que hicimos para nuestra gloria personal. Nos daremos cuenta de cuánto más podríamos haber hecho por el Señor. Pero entonces Él secará nuestras lágrimas y nos hará nuevos, como lo prometió (Ap 21.4, 5).
Devocional original de Ministerios En Contacto