Para tener la bendición de conservar a nuestros seres queridos, debemos estar dispuestos a pagar el alto precio de arreglar una relación.
Salmo 15.1-3
Después de Dios, los seres queridos son la posesión más valiosa de un creyente. Ellos ofrecen un oído atento a nuestros problemas, apoyo a nuestros sueños y una red de protección cuando caemos. Nuestros seres queridos también nos dan amor, incluso cuando somos difíciles de amar.
Pero, inevitablemente, algunas de estas importantes relaciones pasarán por períodos problemáticos. Puesto que vale la pena conservarlas, debe buscar una solución dando los siguientes pasos:
Enfrente la situación. Reconozca que algo está mal y que necesita ser arreglado.
Identifique el problema. Juntos, hablen sobre el punto donde cambió de rumbo la relación, y de las faltas que se cometieron con palabras o acciones.
Pida disculpas. Como creyentes, aceptamos la responsabilidad por nuestros actos y buscamos el perdón.
Niéguese a culpar. Además, debemos evitar defendernos. Podríamos estar tentados a argumentar sobre quién hizo qué; el objetivo no es demostrar quién tiene la razón, sino salvar la relación.
Comience las reparaciones. Pregunte: “¿Qué puedo hacer para restablecer nuestra relación?” La clave aquí es hacer de buena gana cualquier cosa que se nos pida.
Comprométase al restablecimiento. Comience de inmediato a invertir tiempo, energías y amor en la restauración de la relación afectiva.
Para tener la bendición de conservar a nuestros seres queridos, debemos estar dispuestos a pagar el alto precio de arreglar una relación. Alejarse puede parecer más fácil, pero, a largo plazo, perderíamos un tesoro valioso.
Devocional original de Ministerios En Contacto