La Palabra de Dios es un gusto adquirido, y cuanto más la consumamos, mayor será nuestra hambre por ella.

1 Pedro 2.1-3

Si alguna vez ha tenido un bebé recién nacido en casa, entiende el concepto que Pedro está transmitiendo en el pasaje de hoy. A un bebé no le importa lo guapa que sea su mamá, o lo bien que esté decorada su cunita. Hay algo que un recién nacido quiere por encima de todo: leche. ¿Es así como usted se siente acerca de la Palabra de Dios? ¿La anhela para madurar espiritualmente? ¿Escuchar la enseñanza de la Biblia en la iglesia es algo que espera con anhelo? ¿O ha perdido el apetito por ella y se ha acostumbrado a digerirla solo los domingos? A menudo, justo después de que alguien llega a la fe, experimenta hambre por leer la Biblia porque todo acerca de la salvación es nuevo y emocionante. Pero, con el paso del tiempo, el atractivo desaparece, los problemas y las presiones diarias de la vida continúan como antes, y la pasión por la Palabra de Dios puede ser reemplazada por los afanes de esta vida.

Si alguien en realidad ha sido salvo, el hambre por la Palabra de Dios debe ser evidente. Eso es porque, como creyentes, hemos saboreado la bondad del Señor y, por lo tanto, anhelamos conocerlo con más profundidad. Mordisquear por costumbre las Sagradas Escrituras no hace mucho para estimular nuestro apetito. La Palabra de Dios es un gusto adquirido, y cuanto más la consumamos, mayor será nuestra hambre por ella. Si usted ha perdido su deseo de la Palabra, pídale al Señor que le restaure el apetito por leerla todos los días. A medida que se familiarice más con la Biblia, notará que su entendimiento y deseo de ella aumentan. Y lo mejor de todo, es que su amor y su devoción por su Salvador crecerán también.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Anhelo por la Palabra de Dios

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