Ser tentados no es pecado, pero ceder al pecado sí lo es.
Santiago 1.13-16
La tentación puede ser definida como la incitación a hacer el mal. Tres fuerzas poderosas actúan para arruinar el carácter y el testimonio del creyente: Satanás, el mundo y nuestras tendencias pecaminosas. Ser tentados no es pecado, pero ceder al pecado sí lo es. Comúnmente escuchamos la frase “caer en tentación”, pero, en realidad, caminamos hacia ella, paso a paso. Durante toda nuestra peregrinación en esta vida, tenemos la opción de detener nuestro avance hacia ese territorio peligroso, o seguir adelante y sufrir las consecuencias.
El proceso comienza en la mente. Aunque es imposible impedir que entren a nuestra mente pensamientos malos, sí podemos decidir desecharlos. Uno de los engaños más grandes del diablo es convencernos de que experimentar los placeres del pecado en nuestras fantasías no es, en realidad, tan malo. Después de todo, no lo hemos ejecutado.
Satanás conoce el poder que tienen nuestros pensamientos. Al lograr este punto de apoyo, se ha apoderado del mayor motivador de la voluntad humana: el deseo. Esos “pensamientos inofensivos” se convierten ahora en una pasión ardiente que ansía ser satisfecha. Hay solo un paso entre unir el deseo y la acción, momento en el cual toda oposición ha desaparecido y cedemos al pecado.
Resistir la tentación se vuelve más difícil con cada paso que se da hacia ella. Comience la lucha rechazando todo pensamiento de tentación, y niéguese a pensar en el placer que le ofrece. En su lugar, considere las consecuencias del pecado. El costo es siempre mayor que el goce fugaz. Vuélvase a Dios, y comience a obedecer.
Devocional original de Ministerios En Contacto