Aunque no entendamos nuestras circunstancias, podemos encontrar consuelo en el hecho de que Dios sí lo hace.

Génesis 50.15-21

La historia de José en el Antiguo Testamento es uno de los ejemplos más conocidos de que el Señor bendice la vida de alguien por medio de experiencias difíciles. En el pasaje de hoy, el esclavo convertido en prisionero y después en líder de una nación, se presenta ante sus hermanos que lo vendieron como esclavo. Él les habla amablemente, diciendo: “No temáis; ¿acaso estoy yo en el lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Gn 50.19, 20).

El pecado o el fracaso de una persona afecta, muchas veces, la vida de otra persona, algo que tendemos a considerar injusto. Pero nuestros caminos son diferentes a los caminos de Dios (Is 55.8, 9). Por medio de la Biblia podemos aprender que José deseaba servir al Señor (Gn 39.9; 40.8; 41.16). No obstante, a sus hermanos se les permitió venderlo como esclavo. Y a la esposa de Potifar se le permitió hacer acusaciones falsas, lo que llevó al joven a la cárcel. La Biblia promete: “El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Sal 34.7). En otras palabras, las adversidades y las pruebas pudieron tocar a José solo porque Dios lo permitió con un propósito.

Nadie puede decir con certeza por qué suceden cosas malas. Pero podemos consolarnos por el hecho de que Dios lo sabe: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley”
(Dt 29.29). Nuestra parte es aprender del ejemplo de hombres como José, quien confiaba en el Señor y obedecía sus mandamientos.

Devocional original de Ministerios En Contacto

¿Está Dios en todo?

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