Cuando nuestros corazones son gobernados por su paz, nuestras relaciones reflejan su espíritu de unidad (Col 3.15).
Romanos 15.4-13
Un día, Cristo regresará y pondrá todo en orden, y hasta ese momento los creyentes estamos llamados a ser sus embajadores de paz. Pero la salvación no nos convierte de forma automática en personas bondadosas y unidas. A veces podemos tener mal genio y ser impacientes, y batallar para vivir en armonía con los demás. Es más, dejar de lado hábitos arraigados puede ser difícil, incluso cuando nos causan dolor.
Sin embargo, Dios lo sabe. Por eso envió a su Espíritu Santo para ayudarnos a entender y aplicar la Palabra, decirle no a la tentación y reemplazar nuestras prioridades con las de Cristo. Solo Él puede producir fruto espiritual en nosotros, entre ellos el amor, el gozo y la paz (Ga 5.22, 23). Con su ayuda, nos convertimos en pacificadores que trabajan para lograr la reconciliación entre Dios y los demás (2 Co 5.18, 19). Cuando nuestros corazones son gobernados por su paz, nuestras relaciones reflejan su espíritu de unidad (Col 3.15).
El mundo puede aspirar encontrar la paz por medio de soluciones hechas por el hombre, pero usted y yo sabemos que la única fuente de unidad duradera es Jesucristo. Oremos para que, tanto creyentes como no creyentes sean testigos del poder de Dios que reconcilia matrimonios, familias e iglesias.
Devocional original de Ministerios En Contacto