Dios quiere que usted viva en la plenitud de su Espíritu. Por tanto, deje su carne en la cruz, para que el Espíritu le guíe a una vida fructífera y abundante.
Romanos 8.1-11
El pecado es a menudo engañoso. Podemos estar sirviendo con diligencia al Señor, sin darnos cuenta de que, en realidad, lo estamos haciendo por razones egocéntricas, como el reconocimiento, la afirmación o el logro de nuestras propias metas. O tal vez nuestro comportamiento externo no concuerda con lo que está sucediendo en realidad dentro de nuestro corazón. Podríamos aparentar estar haciendo todo lo correcto, mientras que al mismo tiempo estamos guardando rencor, buscando defectos en los demás o quejándonos en nuestro corazón.
Estos problemas surgen de nuestra carne y de sus deseos pecaminosos, que son parte de la condición en la que nacimos. El único remedio para una vida centrada en uno mismo es lo que Gálatas 5.16 llama “andar en el Espíritu”.
Primero, debemos darnos cuenta de que no podemos vivir en obediencia sin el Espíritu Santo. Recuerde que la carne no puede ser cambiada o domesticada, necesita ser reemplazada con la dependencia del Espíritu Santo. Solo Él puede vencer la atracción del pecado, porque su poder es ilimitado. Segundo, debemos rendirnos al Espíritu Santo en vez de ceder a nuestros deseos carnales. En otras palabras, “[vestirse] del Señor Jesucristo, y no [proveer] para los deseos de la carne” (Ro 13.14). Tercero, debemos confiar en el Señor. Es imposible rendirse a Él si no creemos que su Palabra es verdadera y que cumple sus promesas. Por consiguiente, cuando nuestros pensamientos, decisiones y acciones se alineen con las verdades de Dios, tendremos el poder para mantenernos firmes contra la tentación. Dios quiere que usted viva en la plenitud de su Espíritu. Por tanto, deje su carne en la cruz, para que el Espíritu le guíe a una vida fructífera y abundante.
Devocional original de Ministerios En Contacto