Los problemas son parte inevitable de la vida ya se trate de que una persona sea salva o no.
2 Crónicas 20.1-32
Los problemas son parte inevitable de la vida ya se trate de que una persona sea salva o no. La diferencia es que una vez que una persona cree en Cristo, el Padre le fortalece para enfrentar todas las dificultades. Nuestro Dios omnisciente y omnipotente es más grande que cualquier problema. Él conoce nuestro futuro y prepara nuestro corazón y nuestra mente para resistir la prueba venidera. En el momento en que encontramos un problema, podemos recurrir a su omnipotencia. Él prometió dar respuesta a las necesidades de los creyentes y, por lo tanto, está bajo su propia obligación divina de dar guía y dirección. Nuestra primera acción debe ser siempre clamar: “¡Padre!”, y orar. De inmediato, suceden dos cosas: el crecimiento del problema se detiene, y se le recuerda al hijo de Dios la posición especial que tienen quienes confían en el Señor soberano.
Dios siempre nos ayuda cuando enfrentamos problemas. A pesar de ello, eso no significa que debamos quedarnos sentados y esperar a que resuelva los detalles. Su ayuda puede requerir un acto de fe de nuestra parte. La experiencia y la Biblia nos dicen que sus soluciones siempre son las mejores, pero la fortaleza humana puede fallar cuando escuchamos lo que Él nos pide en respuesta a nuestras oraciones. Mucho antes de que surja una crisis o se necesite una solución, el creyente sabio buscará a Dios en oración. En tiempos sin problemas, podemos construir una base de confianza y comunión con Él capaz de soportar cualquier dificultad. Los problemas son inevitables, pero cuando buscamos a nuestro Padre en oración, es fiel para ocuparse de nuestros problemas.
Devocional original de Ministerios En Contacto