No se convierta en víctima de las mentiras del enemigo; en Cristo usted ha sido perdonado y liberado.
2 Corintios 7.9, 10
Una vez leí una encuesta en la que se preguntó a 500 personas qué emociones acompañaban a sus sentimientos de culpa. Las respuestas fueron desgarradoras. Las personas manifestaron sentirse castigadas, deprimidas, indignas, rechazadas y abandonadas. Una sensación general de baja autoestima agobiaba a los encuestados. No tenían gozo, esperanza, ni vitalidad. En un sentido, es como si los sentimientos de culpa hubieran destruido todo lo demás que había en sus vidas.
Esta parece una triste manera de vivir; no obstante, puede decirse con toda seguridad que todos nosotros, incluso quienes somos creyentes, hemos tenido exactamente las mismas emociones. De hecho, es posible que usted tenga fuertes sentimientos de culpa ahora mismo. Si es así, hágase esta sencilla pregunta: ¿Cuál es el origen de mis sentimientos de culpa?
En 2 Corintios 7.10, vemos dos formas de ese sentimiento. Una es la tristeza que procede de Dios. Este llamado al arrepentimiento es un recurso que el Señor usa para atraer a los incrédulos a la salvación en Cristo. También motiva a los creyentes a confesar cualquier pecado que esté causando “interferencias” en su comunión con Él. La segunda forma es la dolorosa emoción que aflige a las personas con el remordimiento y los sentimientos mencionados en la encuesta.
Si usted ha recibido el regalo de la salvación de Jesús, pero todavía lucha con ataques de sentimientos de culpa, deje que la Biblia le asegure que tales sentimientos no vienen de Dios. Él no le está atacando. Más bien, el Señor tiene las llaves que le hacen libre. No se convierta en víctima de las mentiras del enemigo; en Cristo usted ha sido perdonado y liberado.
Devocional original de Ministerios En Contacto