Al entregarnos de lleno al Señor, nuestra generosidad se desbordará.
2 Corintios 8.1-15
Cuando se pasa el plato de la ofrenda, ¿apoya usted con entusiasmo la obra de Dios, o es un dador reacio? Así como nuestro Padre celestial quiere que tengamos fe, sabiduría y amor, también desea que abundemos en gracia y gozosa generosidad (2 Co 8.7; 9.7). Todos podríamos aprender de los cristianos macedonios de la época de Pablo. A pesar de su pobreza, rogaron por el privilegio de satisfacer las necesidades de la iglesia en Jerusalén (2 Co 8.4). Es evidente que veían la ofrenda semanal de la manera que Dios la ve, es decir, no como un evento separado del servicio de adoración, sino como una parte esencial de servir a Cristo.
Para muchos creyentes, el diezmo ha sido visto como el estándar para dar. Este concepto se originó en el Antiguo Testamento cuando Abraham le dio a Melquisedec una décima parte del botín de la batalla (Gn 14.18-20). El diezmo, que era un requisito de Dios para los israelitas, era como un impuesto nacional. En realidad, la nación tenía tres diezmos: uno para el sostén de los sacerdotes y los levitas (Nm 18.24), uno para el templo y las fiestas (Dt 14.22-27), y otro que se daba cada tres años para ayudar a los pobres (Dt 14.28, 29).
Hoy, esto sería equivalente a nuestras ofrendas, que sirven para pagar el salario de los pastores y del personal de la iglesia, proveer para el ministerio y el mantenimiento de la iglesia, y ayudar a los necesitados.
Abundar en generosidad es diferente para cada persona. Lo importante es que el dar sea algo voluntario (2 Co 8.8), basado en el ejemplo de Cristo (2 Co 8.9), motivado por el deseo de dar (2 Co 8.10) y determinado por lo que uno tiene (2 Co 8.12). Al entregarnos de lleno al Señor, nuestra generosidad se desbordará.
Devocional original de Ministerios En Contacto