¿Alguna vez ha sentido que sus hijos no están prestando atención a sus instrucciones? Usted acaba de ofrecer un mar de sabios consejos pero su pequeño navegador parece estar en un océano distinto.
Los síntomas son reconocibles: la mirada desviada, asentimiento robótico durante momentos inapropiados de la conversación, un ocasional “aja” o “sí” y ese suspiro irritable de la impaciencia que quiere decir: ¿Cuánto más tengo que escuchar esto?
Enseñarles a sus hijos a escuchar consejos y aceptar la educación es de vital importancia para el desarrollo de su carácter. Salomón reitera la sabiduría de tomar nota de la instrucción en Proverbios 19:20: “Atiende al consejo y acepta la corrección, y llegarás a ser sabio.”
Todos los padres desean que sus hijos e hijas presten atención a sus indicaciones, pero muchos se frustran por la falta de cuidado de ellos al oír. El problema muchas veces no está en la inhabilidad del niño o adolescente de escuchar, sino en la forma que se comunican los padres de familia. Considere las siguientes directrices:
Comprender el arte de comunicación.
Como padres, muchas veces pensamos que si logramos verbalizar nuestros pensamientos y sentimientos a los hijos, somos buenos comunicadores. Por lo tanto, tendemos a creer que si administramos instrucciones verbales basadas en la Biblia, los entrenamos apropiadamente con esa comunicación.
La comunicación efectiva involucra tanto escuchar como hablar. El arte de comunicarse exitosamente requiere que no solo nos expresemos pero que extraigamos los pensamientos y sentimientos de nuestros hijos. En Proverbios 20:5, Salomón dice: “Los pensamientos humanos son aguas profundas; el que es inteligente los capta fácilmente.” En lugar de hablarles “a” los hijos, debemos aprender a hablar “con” ellos. Recuerde que la comunicación no es un monólogo; es un diálogo.
Decidir qué y cuánto comunicar.
Evite discutir más de un tema a la vez. Para una instrucción efectiva, enfóquese en el aspecto que necesite atención inmediata. Resista la tentación impartir más de una enseñanza. Concéntrese en el tema pendiente y busque otro momento para dirigirse a otras preocupaciones.
Sea sensible a saber cuándo ha dicho lo suficiente. Una vez que haya comunicado la instrucción, corrección o consejo necesario, apague la fuente de sabiduría. Que sus consejos no caigan en vaso roto. Ponga a descansar el tema y permita que el Espíritu Santo haga su obra.
Contacto visual.
Los niños pequeños pueden involucrarse tanto en una actividad que no escuchan el mundo a su alrededor. Los padres deben dirigir la atención del pequeño a su voz de autoridad antes de iniciar las instrucciones. Si lo hace a una distancia, puede dar cabida a que no le escuchen. El contacto visual elimina cualquier confusión de si su mensaje fue escuchado o no.
Esto también es beneficioso para los niños más grandes. Tomar el tiempo para detenerse para comunicarse con su hijo dice mucho. Refrénese de seguir alguna tarea para la oportunidad de mirar los dulces ojos de su hijo(a). Ofrecerle su completa atención le comunica que él/ella es importante para usted.
Escoger el lugar y momento preciso.
Es innecesario e inapropiado regañar a los niños frente a los demás. En Mateo 18:15 dice: “Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano”. Ellos estarán más atentos a la instrucción si no están siendo avergonzados frente a otras personas, en especial sus amigos.
Un hijo que es regañado frente a otros se enfocará en el aspecto de vergüenza en lugar del pecado en su corazón. La meta no es humillar sino motivarle a corregir su relación con Dios con arrepentimiento del pecado. Si hay otros alrededor, respete los sentimientos de su hijo(a) y antes de corregirlo apártelo de los demás. Si no es posible, hágaselo saber al oído.
Escoger las palabras correctas.
Asegúrese de no remplazar la sabiduría de Dios con aquella proveniente del hombre. Comprendiendo que es la sabiduría de la Palabra de Dios la que va a motivar el corazón a cambiar ya que es útil para corregir, instruir y entrenar. Si realmente desea tocar el corazón de sus hijos, debe hablarles con la Biblia. En Hebreos 4:12 dice: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón”.
El mundo se ha convertido en un experto para “suavizar” el pecado para que no nos sintamos tan mal al respecto. Llame a la falta por su nombre, y permita que el Espíritu Santo trabaje.
Dios usa la Ley para traer convicción de pecados y dirigir a los pecadores a Cristo. En Gálatas 3:24 dice: “Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe”.
Escrito por Ginger Plowman
Tomado de: www.club700hoy.com