Al ejercer su don dado por Dios, ore por la dirección del Espíritu.

Tito 2.7, 8

Hacemos buen uso de nuestro don espiritual cuando estamos llenos del Espíritu; confiar en nosotros mismos solo nos despistará. Veamos ambas manifestaciones —espiritual y carnal— en el don de la enseñanza.

Depender del razonamiento humano conduce a la autocomplacencia. En cambio, al asimilar fielmente la Palabra de Dios y aplicarla, el cristiano dotado del don de la enseñanza cosecha el fruto del dominio propio (Ga 5.23). Por medio de nuestro deseo de aprender, el Espíritu desarrolla la confianza y la diligencia del creyente, pero si no se mantiene en Cristo puede volverse irreflexivo e inconstante. El fruto de la paz y de la paciencia crece a medida que el estudio lleva a una fe más profunda.

Los creyentes que no tienen este don pueden interpretar de manera equivocada a quienes sí lo tienen; pueden pensar que son orgullosos debido a su conocimiento. Sin embargo, las características del don de la enseñanza muestran que es todo lo contrario. Estos cristianos desean tener una comprensión precisa y más completa, para poder compartirla con los demás creyentes, para beneficio de ellos. A veces, quienes no tienen el don, consideran como aburridas a las personas que sí lo tienen, por la cantidad de información que ofrecen. Hasta pueden pensar que confían más en sus conocimientos que en el Espíritu Santo. Pero es este quien les ayuda a aprender y a hablar. Es necesario comprender que esos maestros quieren que los creyentes tengan suficiente conocimiento para vivir conforme a la voluntad de Dios.

Al ejercer su don dado por Dios, ore por la dirección del Espíritu. Así es como se puede tener un mayor impacto para el reino de Dios.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Manifestaciones del don de la enseñanza

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