La Biblia dice con claridad que el deseo del Señor es que todas las personas sean salvas (1 Ti 2.4).
Lucas 23.39-43
Hace algunos años murió un diácono de nuestra iglesia, y al prepararme para su funeral, pensé en el hecho de que muchas personas supieron, gracias a él, que si Dios pudo salvarlo, entonces puede salvar a cualquier persona. El diácono había sido cristiano por más de treinta años, pero antes de eso, había tenido una vida terrible. Participó en actividades viles, y tuvo que pagar las consecuencias tras las rejas. Pero una vez que Dios se apoderó de él, no pudo callar la transformación que se produjo en su corazón. Este antiguo esclavo del pecado pasaba parte de la semana compartiendo el evangelio en las cárceles. Los reclusos lo escuchaban, y muchos creyeron gracias a que la vida de este evangelizador era un testimonio del poder de Dios. Este diácono me hablaba a menudo con entusiasmo de aquellos que habían llegado al conocimiento salvador de Jesucristo.
La Biblia dice con claridad que el deseo del Señor es que todas las personas sean salvas (1 Ti 2.4). No hay nada que podamos hacer para impedir que Dios nos alcance. No obstante, existen personas que consideran que están demasiado lejos, sucias o perdidas como para que Dios pueda amarlas. La iglesia necesita con urgencia cristianos dispuestos a compartir su testimonio. No importa si su historia es menos dramática que la de mi amigo. Dios pondrá personas en su camino, para quienes su testimonio será como maná del cielo. Si usted es creyente, tiene entonces la misión de hacer discípulos para Cristo
(Mt 28.19). Comience a contar su testimonio a quienes estén dispuestos a escuchar. Después de conocer lo que el Señor ha hecho, podrán decir: “Si Dios pudo hacer eso por ti, ¡también puede hacerlo por mí!”
Devocional original de Ministerios En Contacto