Ser siervos de Cristo requiere que nos sometamos a su autoridad para cumplir su voluntad en dondequiera que sirvamos.

Filipenses 2.3-8

En el reino de Cristo nadie es más importante que otro. Todos estamos al mismo nivel en la cruz, y somos salvos por la misma gracia y por la misma sangre de Cristo. Cuando reconocemos con humildad nuestra condición pecadora y perdida y clamamos al Señor para que nos salve, Él perdona nuestros pecados y nos adopta en su familia. Y así como nos humillamos para recibir la salvación de Cristo por fe, tenemos también que servirle con un espíritu humilde.

Ser siervos de Cristo requiere que nos sometamos a su autoridad para cumplir su voluntad en dondequiera que sirvamos. No hay lugar para el egocentrismo o la vanagloria; nuestra única preocupación debe ser la obediencia para que solo Dios reciba la gloria.

A veces, nos obsesionamos por encontrarle propósito a nuestra vida, para sentirnos útiles y realizados. Aunque nos beneficia el servir al Señor de acuerdo a la manera en que nos creó, y según los dones que nos dio, esa no debe ser nuestra motivación. Un espíritu humilde no está pendiente de sus intereses, sino que piensa en los demás. Esta es la actitud que tuvo Cristo. Dejó voluntariamente el cielo para tomar forma humana e ir a la cruz; ese fue un acto abnegado de obediencia al Padre para que pudiéramos ser salvos.

¿Está dispuesto a servir en el anonimato? ¿Qué pasaría si no recibiera expresiones de gratitud o elogio? ¿Hace con alegría las tareas humildes? No siempre es fácil evaluar nuestras intenciones, pero hacernos estas preguntas nos ayudará a determinar si realmente estamos sirviendo con humildad o buscando satisfacer nuestro interés.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Servir con humildad

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