Dios es el único que puede cambiar el corazón de alguien que se niega a la reconciliación.
Romanos 12.17-21
Las relaciones son una de las mayores fuentes de alegría. A pesar de ello, también pueden conducir a algunas de las pruebas más grandes. Seamos sinceros: nunca podremos llevarnos bien con todo el mundo, porque vivimos en un mundo imperfecto. Cada ser humano ha sido afectado por el pecado, y llega a este mundo como pecador. Además, el hecho de que seamos cristianos es una razón de conflicto: Cristo dice que el mundo nos aborrecerá porque somos suyos (Juan 15.18-20). A pesar de estos obstáculos, debemos tratar de estar en paz con todos. Lo cual significa que debemos tratar de resolver los conflictos y hacer lo posible para vivir en armonía. La Biblia nos da las siguientes pautas:
Nunca pagar mal por mal o vengarse (Romanos 12.17, 19).
Vencer el mal con el bien (Romanos 12.21).
Amar a nuestros enemigos y orar por ellos (Lucas 6.27, 28).
Practicar el perdón con frecuencia (Mateo 18.21, 22).
Todos estos principios van en contra de nuestra naturaleza; por eso, la única manera de practicarlos con éxito es mediante el poder y la gracia de Jesucristo. Sin embargo, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, la paz no siempre es posible. Cuando nuestros intentos de acercamiento son rechazados una y otra vez, ponerle fin a tales intentos puede ser lo apropiado. O si la armonía solo es posible si desobedecemos la Palabra de Dios, debemos negarnos a transigir. Dios es el único que puede cambiar el corazón de alguien que se niega a la reconciliación. Nuestra responsabilidad es personificar a Cristo a esa persona con nuestras palabras, actitudes y comportamientos. La tarea del Señor es producir el fruto.
Devocional original de Ministerios En Contacto