Cuando Cristo sufrió la gran injusticia de la cruz, confió su vida al Padre (1 P 2.21-24). ¿Puede usted imitar su ejemplo y confiar a Dios las injusticias que le han hecho?

Mateo 18.21-35

Para los seguidores de Cristo, la meta es llegar a ser cada vez más como Él, y una de las mejores maneras de reflejarlo es a través del perdón. Sin embargo, a veces esta es una cualidad que somos reacios a demostrar porque parece muy injusta, especialmente si el mal que se nos hace es continuo o doloroso. Perdonar parece disminuir el agravio y contrarrestar la justicia. Corrijamos varias percepciones erróneas sobre este aspecto de nuestra fe:

El fundamento para que perdonemos a otros es que Dios nos perdonó a nosotros. El pasaje de hoy contiene una parábola en la cual se le perdona a un hombre una suma exorbitante. Sin embargo, este exige el pago inmediato de alguien que le debe una pequeña cantidad. Así es como somos cuando pensamos que las ofensas que hemos sufrido deben ser vengadas, aunque Dios nos haya perdonado.

El rencor nos atormenta a nosotros, no al ofensor. Es un veneno en nuestro ser que corrompe nuestras emociones, nos empequeñece espiritualmente y afecta nuestro cuerpo. Cuando no liberamos al ofensor, terminamos encarcelados en amargura, resentimiento y hostilidad, lo cual es pecado.

El perdón no niega el mal que se nos ha hecho. No niega la ofensa o el dolor resultante, pero renunciamos al derecho de desquitarnos. La venganza es responsabilidad de Dios, no nuestra (Ro 12.19). No tenemos todos los hechos, ni podemos saber el verdadero motivo del ofensor. Solo Dios puede juzgar con justicia.

Cuando Cristo sufrió la gran injusticia de la cruz, confió su vida al Padre (1 P 2.21-24). ¿Puede usted imitar su ejemplo y confiar a Dios las injusticias que le han hecho?

Devocional original de Ministerios En Contacto

El fundamento del perdón

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