Con cada año que pasa, la inseguridad en el mundo parece cada vez más evidente.
2 Pedro 3.10-13
Con cada año que pasa, la inseguridad en el mundo parece cada vez más evidente. Las catástrofes naturales y provocadas por el hombre cobran vidas; los cambios en el equilibrio político; las riquezas que vienen y se van. Todo nos hace preguntar: ¿hay algo que sea firme? Por muy abrumadoras que parezcan estas cosas, permítame darle un ejemplo aún más grande. En el pasaje de hoy, leemos que los cielos y la Tierra serán destruidos. Sin embargo, tenemos la promesa de que Dios hará nuevas todas las cosas, pero mientras tanto nuestro mundo sufrirá una gran turbulencia. La inestabilidad puede crear sentimientos de inseguridad y temor, a menos que nos aferremos a las verdades que Dios nos ha dado. La Biblia se refiere a Jesucristo como roca y fundamento firme (1 Co 3.10, 11; Ef 2.20). Y sabemos que Dios es inmutable y soberano; nada puede obstaculizarlo o moverlo. Su Palabra es verdad, y durará para siempre.
Como cristianos, sabemos que nuestra relación eterna con Dios es segura. Hemos sido adoptados como sus hijos, y nada puede robarnos esta posición. Es más, los creyentes tenemos asegurado un hogar eterno con Él. Aunque a veces nos sintamos inquietos por nuestras circunstancias, podemos regocijarnos cuando las pruebas nos lleven con humildad a la cruz de Cristo, donde encontraremos paz y seguridad. ¡Qué seguridad tan grande tenemos en Cristo! Podemos descansar en paz y plena confianza, sabiendo que nuestros corazones están seguros en Él. Como dijo el rey David en el Salmo 16.8 (LBLA): “Al Señor he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme”.
Devocional original de Ministerios En Contacto